Ingrávidos suspiros colmaban la habitación, amortiguando el constante susurro de los repetitivos rezos. La trémula iluminación de las cuatro velas que rodeaban el féretro, dibujaba tonos amarillentos en las sombras de las mujeres resignadas. El olor a cera y a flores marchitas se mezclaba con los aromas de perfumes rancios. Los hombres desinhibidos narraban historias y anécdotas del difunto. Un gélido estremecimiento recorrió la estancia, cuando la levedad del alma abandonó el cuerpo y contempló la escena desde lo alto.
Visto desde lo alto, debe de parecer una ridícula situación, donde unos finjan estar apenados, otras asustadas por saber quién será la siguiente y el finado sonría ante la hipocresía.
ResponderEliminarUn saludo.
Es una forma de verlo. Gracias por comentar Alfred, saludos!
EliminarDesde fuera, todo debe parecer un poco extraño. Tal vez hasta falso.
ResponderEliminarMe ha gustado cómo describes la escena. Me gustó mucho.
Un abrazo
Una escena costumbrista que antes, y sobre todo en los pueblos era muy corriente. Ahora se ha perdido con la frialdad de los tanstorios, si bien el comportamiento humano es similar.
EliminarMuchísimas gracias Albada, un fuerte abrazo.
Como siempre, lo he visto todo, hasta el alma salir. Muy bueno Pilar. Un abrazo!
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