Un día me llamaste, me sonreíste y me llevaste de la mano. A tu lado conocí la acuarela azul y rosada de los amaneceres, el aroma evocador de lluvia y tierra, el olor envolvente a frío y cenizas. Contemplamos juntos las viajeras nubes, los atardeceres pincelados de oro y malva, los regueros de una tormenta de verano. Nos miramos en los charcos, paseamos calles entre tejados y chimeneas... Me queda la fortuna de haberte conocido, ahora que te has ido.
Conmovedoras y lindas palabras !!! La fuerza que pueden llegar a cobrar los recuerdos cuando van acompañados de sensaciones inolvidables.
ResponderEliminarUn placer leerte, Pilar !!!
Besos !!!
Gracias Atenea.
EliminarBesos!
Gran fortuna sin duda. Las vivencias y recuerdos nos hacen como somos y no permiten que estemos solos, nos acompañan por siempre en el trascurso de nuestras vidas haciéndonos compañía. Muy bonito Pilar.
ResponderEliminarHay que seguir el camino creando nuevos recuerdos.
EliminarGracias Carmine.
Me gustó mucho, Pilar. El cierre lo potencia todo.
ResponderEliminar¡Saludos!
Gracias Juan, encantada de verte por aqui de nuevo.
EliminarUn saludo!
Encontrar con quien gozar de amaneceres, cielos, nubes, canalones de agua y tejas, es un hallazgo que valorar, dure lo que dure.
ResponderEliminarMuy buen post. Un abrazo.
Totalmente de acuerdo, Albada.
ResponderEliminarMuchas gracias y un fuerte abrazo.
El recuerdo que nos dejan los ausentes, si es una vivencia enriquecedora, nos dura toda la vida, y es bueno tenerlos, y seguir el camino enriqueciendonos con otros.
ResponderEliminarUn abrazo.